Comentario
En tanto que posible repertorio de formas, hay que recordar que, a lo largo del siglo, las ruinas romanas fueron poco a poco redescubiertas y valoradas. Fra Giocondo, editor ya en el siglo XVI de Vitruvio y de Plinio, uno de los más cultos humanistas del tiempo, escribió a Lorenzo de Médicis lamentándose del terrible abandono en que estaban los restos que de la Antigüedad quedaban en la ciudad de Roma. Decía que había incluso quienes alardeaban de que los cimientos de sus casas estaban hechos de fragmentos de estatuas y exclamaba que ante eso: "¿Quién se contiene sin maldecir a esos profanadores de la venerable antigüedad?".
Pero ya desde tiempo atrás, los artistas, aunque fuera con distintos criterios, habían ido estudiando esas ruinas y así, por ejemplo, se cuenta que a Brunelleschi y a Donatello les tomaron por buscadores de tesoros, pues para los contemporáneos no era todavía comprensible el que el estudio de las ruinas pudiera ser un fin en sí mismo. El mismo interés llevó a Lorenzo el Magnífico a visitarlas junto con Giovanni Rucellai en 1471. Ese conocimiento de los restos arqueológicos se plasmó en algunas de las obras emprendidas en este período, tanto por lo que se refiere a tipologías: el arco triunfal, la estatua ecuestre..., como a decoración o sistemas de construcción.
Los pintores tuvieron algo más difícil el estudiar restos de la Antigüedad, pues las mismas características físicas de ese arte hicieron que fueran pocos los restos conservados. Por lo tanto, para ellos, las fuentes fueron sobre todo fuentes escritas, y rara vez pudieron cotejar esas fuentes escritas con objetos, cosa que en cambio sí pudieron hacer por ejemplo los arquitectos que, por cierto, pudieron comprobar que el texto de Vitruvio frecuentemente no coincidía con las ruinas arquitectónicas. Una de las fuentes literarias más utilizadas fue la "Historia Natural" de Plinio el Viejo (23-79 d. C.), editada en latín en 1469 y en toscano en 1476. En ella pudieron leer los hombres de este siglo historias referentes a las artes y los artistas de la Antigüedad que se convertirán en lugares comunes en el Renacimiento. Pudieron también los pintores, en éste y en otros textos, conocer por descripciones los cuadros que pintaron los grandes artistas de la Antigüedad y, basándose en éstas, intentarían reconstruirlas. Así lo hizo por ejemplo Botticelli cuando pintó La Calumnia tomando como punto de partida la descripción que Luciano había hecho del cuadro que, con ese tema, había pintado Apeles. Se trata además de una descripción que también detalló Alberti en su tratado sobre la pintura, y es sólo un ejemplo de este tipo de ecfrasis (describir una obra de arte a un espectador que no está presente) que tan frecuente fue en el Renacimiento. Con respecto a la pintura de la Antigüedad, todos los textos insistían en su gran realismo, en su capacidad, de engaño para el ojo, y eso precisamente es lo que se conseguirá en el Renacimiento mediante la perspectiva.
El tema mitológico será una de las más claras manifestaciones de la nueva cultura que busca sus referencias en la Antigüedad. Utilizados como paralelos a héroes cristianos o príncipes del presente, el recurrir a los dioses de la Antigüedad fue un lugar común en las cortes humanistas de los distintos estados. Sin embargo, a fines de siglo, en una obra como El Parnaso, de Mantegna, realizado para Isabel d' Este, mujer de Francesco Gonzaga, encontramos que el cuadro mitológico se ha convertido en un género en sí mismo y han tomado vida Marte, Venus, Vulcano, Orfeo y las ninfas. Pero si el tema mitológico es clave, no lo va a ser menos el tema del poder, pues el ejercicio del poder en la antigua Roma va a servir de modelo a los nuevos príncipes. Estos, en las Entradas triunfales que hacen en las ciudades, en las grandes fiestas, en los monumentos levantados a su fama, en todo lo que es la imagen de su propio triunfo y poder, van a recurrir a los modelos de la Antigüedad romana, instalándose así ellos también en esa esfera de valores universales que justifican el proceso histórico.